AUDITORI DE BARCELONA. BARTOK Y ELGAR

10 de Febrero de 2024. Concierto en el Auditori de Barcelona. Bela Bartok y Edward. Con la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (OBC) y Juan Pérez Floristán al piano. Dirección de Juanjo Mena.

Dos obras modernas, pero muy distintas. Un rompedor concierto para piano y orquesta del húngaro Bartok y una postromántica sinfonía del británico Elgar.

BELA BARTOK. CONCIERTO PARA PIANO Y ORQUESTA NÚM. 3

Bela Bartok compuso el Concierto para piano y orquesta Núm. 3 en Mi mayor, Sz. 119, en 1945, cuando vivía exiliado en los Estados Unidos. Está dedicado a su esposa, Ditta. 

El concierto se diferencia de obras anteriores del autor, pues contiene numerosos temas tonales y carece de los rasgos de color sombrío y complejidad rítmica característicos de composiciones previas. La parte solista es de menor virtuosismo que en los dos primeros conciertos.

El Concierto para piano Núm. 3 fusiona, de nuevo, melodía populares de la tradición folklórica húngara con nuevas ideas compositivas. La complejidad rítmica, el uso de modos húngaros y la riqueza armónica crean una obra contemporánea y arraigada en las raíces culturales de su país.

Los tres movimientos del concierto son: Allegretto; Adagio religioso; Allegro vivace.

El primer movimiento desarrolla un tema popular folklórico húngaro, introducido por el piano.El inicio es relativamente tonal, comparado con obras anteriores de Bartok. La cuerda complica el tema, a continuación, en una melodía compleja: rápida sucesión de muchos modos, mediante alteraciones cromáticas. 

El segundo movimiento parece una coral de Beethoven. La introducción de la cuerda, seguida por una coral en el piano alude al Cuarteto Núm. 15 de Beethoven. Además, Bartók incluye armonías de Tristán e Isolda de Wagner, una alusión a la tristeza característica del romanticismo. A continuación, introduce un tema pentatónico, característico del folklore húngaro. Acaba el movimiento con un ejemplo de la tranquila música nocturna de Bartok.

El tercer movimiento es un ejemplo de la alegría característica de tantos últimos movimientos de Bartok. Es un rondó, inspirado en el folklore húngaro. También hay una fuga central, de inspiración barroca. 

EDWARD ELGAR. SINFONÍA NÚM. 2

Edward Elgar compuso su Sinfonía Núm. 2 en Mi bemol, Op.63 entre 1909 y 1911. Está dedicada al Rey Eduardo VII, que había fallecido recientemente. La obra es una meditación sobre la vida y la muerte y, al tiempo, recoge los ideales elgarianos de respeto por la tradición cultural inglesa y de «nacionalismo» musical británico.

Sus movimientos, especialmente en el primero, Allegro vivace e nobilmente, incluyen referencias a la poesía «Rara vez, rara vez, vienes espíritu del deleite» de Shelley, poeta romántico británico. Los movimientos segundo, Larghetto, y tercero, Rondó, son una meditación sobre Venecia y la muerte. El cuarto movimiento, Moderato e maestoso, recuerda la necesidad de sobreponerse al dolor.

El primer movimiento, Allegro vivace e nobilmente, presenta una gran profusión de temas. El motivo del ‘espíritu del deleite’, brillante y optimista, se muestra al principio y reaparece a lo largo del movimiento. Siguen temas de gran lirismo en violines y trompas, acompañados por un tema profundo y nostálgico en los violonchelos. A continuación, una gran agitación culmina en una apoteosis de la percusión. Sigue un pasaje tranquilo, que representa una escena amorosa en la calma de la noche. Finalmente, una dramática marcha con los metales y la recapitulación de formidable orquestación.

El segundo movimiento, Larghetto, es una elegía por la muerte del Rey Eduardo VII. Evoca el interior de la basílica veneciana de San Marcos, con tranquilidad e introspección: una marcha fúnebre, con un ritmo de percusión, que evoluciona hacia una atmósfera casi bucólica. El tono elegíaco se modifica con un ascenso cromático en las cuerdas. El oboe protagoniza, a continuación, una sonoridad oscura, que desarrollan las cuerdas: una música intensa evoluciona hacia una mayor serenidad.

El tercer movimiento, Rondó, simboliza la plaza de San Marcos, en Venecia. Predomina la luminosidad frente a la oscuridad del interior de la basílica. La música posee una enérgica agitación: la reacción humana ante la muerte súbita. Se refleja en los conflictos entre los dos temas principales.

El cuarto movimiento, Moderato e maestoso, recuerda los años dorados que no volverán: se mueve al ritmo del caminar y la respiración: la vida continúa después del dolor. A continuación, entra en una fase noble y solemne, en recuerdo del director Hans Richter, amigo de Elgar. Termina con un tema tranquilo y reflexivo: reaparece el ‘espíritu del deleite’, en las cuerdas y vientos, para concluir, de manera radiante y gloriosa.

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